El cuarto del fondo / Jaime Echeverri

para Adriana López    

Estoy brava con ma. No me deja salir a jugar con Chelo y eso que hoy es sábado y no tengo cole. No me gusta quedarme en mi cuarto, aunque ma dice que tengo que ser agradecida por tener un espacio para mí sola, que con tantas necesidades dejarme un cuarto es un privilegio, así dice, un privilegio. Me siento rara, porque ma no se la pasa castigándome. No es como la mamá de Chelo, que la castiga por todo. No, ma es distinta y a mí me gusta que sea distinta. Ni siquiera se viste como las otras, sino con jeans y en vez de uno de esos bolsos de marca se cuelga una mochila Arhuaca. Ella me lo escribió así, Arhuaca, con mayúscula y hache antes de la u, y también me dijo que las figuras de las mochilas tienen significado. Ma cuida sus mochilas, tiene montones y dice que las hacen los indios de la Sierra de Santa Marta. Ma tiene muchas de otras partes, de otros indios. Pa decía que ese vicio lo había cogido en la universidad, cuando ella estudiaba antropología.

Si pa siguiera con nosotras, aquí en la casa, yo ya estaría con Chelo. Seguro que sí. Es que pa era así conmigo. Me consentía mucho y decía que yo era su princesita. Así me decía, princesita. Yo no sé por qué me decía así. Yo creo que las princesas tienen el pelo amarillo y yo lo tengo negro. A mí me gusta decir pelo aunque Chelo me dice que es mejor decir cabello. Pero yo le contesto que el pelo es siempre el pelo. Es que yo también soy medio rara. Como ma.

Hoy ma anda arregle y arregle la casa porque llega un estudiante a ver el cuarto del fondo, el que dejó Richie. Siempre habían sido muchachas hasta que él llegó. Pero ya no está. No sé por qué ma le dijo que se fuera. Eso también me tiene con rabia. Me dio tristeza y rabia, como con pa. Cuando pa se fue y nos dejó solas, ma puso un aviso en el periódico para arrendar el cuarto del fondo. Pa se fue y se llevó sus libros y un escritorio grande donde trabajaba hasta tarde todas las noches. Era el estudio. Estaba en ese cuarto. A mí me habían puesto una mesa chiquita y una silla para hacer las tareas. Pero yo a veces me quedaba mirándolo sin que se diera cuenta. Me parecía bonito y es que es bonito, o sea que se parece a uno de esos tipos que salen en la tele. Ma pasó los libros de ella a su cuarto y así quedó ése para alquilar.

Tampoco sé por qué se fue pa. Me desperté un día y ya no estaba con nosotras. Ma me dijo que se había ido lejos, pero Chelo me contó que su mamá lo había visto en el centro cuando fue a hacer una vuelta. Yo vine y le pregunté y ma se quedó tiesa y pálida. Le dije que me contestara y ella me contestó que se sentía mal, que otro día me iba a contar lo que pasaba porque en ese momento tenía estrés. Así me dijo, estrés. Y como yo sé lo feo que es eso y que a veces una siente como si se fuera a morir, no le pregunté más.

Cuando ma le dijo a Richie que se fuera me dio mucha rabia. Sentí como si me revolvieran adentro, como si me lloviera adentro. No había sentido nada parecido. A mí Richie me gusta y quiero ser más grande y más bonita para que me mire. Yo creo que él sabe que me gusta, pero cuando vivía con nosotras no me daba ni la hora. Siempre se hacía el loco, como si no me viera, y eso que yo hacía de todo para que me mirara. Yo no soy como las que le gustan a él. Una vez que entré a su cuarto al escondido, vi que tenía en la pared unos afiches con mujeres desnudas. Como las modelos que salen en la tele, con cuerpos muy bonitos y senos grandes y yo todavía no tengo. Richie no me miraba, pero habría podido mirarme, aunque fuera de vez en cuando. A veces, en el espejo del baño, después de la ducha me miro y veo que soy larga, pero me falta carne y la piel blanca me parece muy blanca y me molestan unos lunares cerca del ombligo. No me gusta mi cuerpo y soy tan boba que quiero que Richie me mire y me quiera.

Yo no estaba cuando Richie llegó a ver el cuarto, pero ma me contó y yo le dije que para qué se lo íbamos a alquilar a un hombre. Ella me dijo que era el único que había llamado desde que puso el aviso en el periódico y que no podíamos darnos el lujo de esperar. A mí no me gustaba la idea porque me hice amiga de las estudiantes que han vivido en ese cuarto. Y muchas veces ellas me ayudaban a hacer tareas y veíamos las telenovelas y las comentábamos y todo. Y eso no se puede con los hombres. Yo acababa de llegar del colegio cuando sonó el timbre, abrí la puerta y ahí estaba él con una chaqueta de cuero amarilla, un par de morrales y unas cajas con libros. Cuando le abrí, Richie no le había pagado al taxista y me preguntó por ma. La llamé y él le pidió el favor de cambiarle un billete de cincuenta mil para pagar la carrera. Ma dijo que no le alcanzaba. Yo los miré como si fuera un partido de tenis, volteando la cara para un lado y para el otro. Ma le preguntó que cuánto le cobraban y él le dijo que cinco y yo entonces, sin saber por qué, dije que yo tenía y corrí a mi cuarto a buscarlos. Yo no había corrido tanto en la vida. Le di el billete y me brincó el corazón. Me sentí muy rara. Eso debe de ser lo que llaman flechazo, pero Chelo me dijo que no, que flechazo es otra cosa, pero no me supo explicar. Yo le ayudé con lo que traía en la mano y, después de meter todo en su cuarto Richie salió a la calle y al rato entró con unos pasteles gloria para ma y para mí, me devolvió la plata y fue la única vez que me miró y que me habló. Me dijo «Gracias, china», y no me volvió a mirar.

Y en el bus era como si Richie me acompañara. Las otras niñas no me quieren ni poquito y no me hablan, pero se burlan de mí. Me esconden los cuadernos y los libros. Son unas inmaduras, como dice ma. A la mitad de la ruta recogen a Chelo y yo le cuento mis secretos. A veces todos los compañeros nos molestan. Es como si no les gustara que seamos tan amigas. Si no fuera por Chelo yo estaría siempre muy triste.

Una tarde antes de que se fuera del todo, llegué del colegio y él no estaba. Era muy raro porque Richie siempre estaba en su cuarto por la tarde. El primer día le dijo a ma que iba a la universidad todas las mañanas. Cuando yo volvía del colegio iba hasta el cuarto del fondo y me pegaba a la puerta. Me gustaba oír esos ruidos que hacía y la música que oía muy pasito. Esa vez la casa no tenía gracia. Parecía como si una nube se hubiera metido y tapara todo. Y de pronto me sentí muy triste. Y todos estos días he estado triste. Me encerré en mi cuarto y me puse a llorar. Ma no estaba en la casa. Ella me dijo que iba a llevar unas traducciones al centro y que volvía tarde, que me portara bien, que hiciera las tareas. La casa sola, sin ma y sin Richie, me hizo acordar de cuando pa se fue y nos dejó. Fue como estar perdida entre la niebla, como cuando íbamos a paseo en el carro de pa y subíamos la montaña. De pronto estábamos adentro de una nube gris, en la pura mitad, y ma tenía que bajarse del carro para decirle a pa cómo seguir sin salirse de la carretera. A mí me daba susto, pero también me gustaba. Pero esa tarde no me gustó, fue como estar flotando adentro de un globo sin color. Cuando pa se fue, vendió el carro y le dio una parte a ma.

La casa sin Richie, la casa vacía. Y yo sin saber qué hacer. Llorando, sin poder ver por las lágrimas. No supe cuándo llegó ma. Me dijo que qué me pasaba, que me quería mucho, que le contara. Y terminaba cada pregunta con corazón, mi amor, tesoro y bobadas así. Pero yo sabía que no le podía decir que estaba triste por Richie. Si lo llega a saber seguro me castiga.

Y es que se me quedó en la cabeza. Y desde que se fue se me metió más. Voy al cole y ahí está, un profesor o una profe dicen alguna cosa y ahí mismo pienso en él. Lo dibujo en el cuaderno y le escribo debajo o encima, pero son mamarrachos, son retratos que dibujo para mí nomás.

Ma le dijo que se fuera. No sé por qué lo echó si ella decía que era tan cumplido y si no hacía casi ruido. No se sentía. Ya no sé cuándo sacó sus cosas. Me parece que hace mucho tiempo. Los días se volvieron muy largos, como si los estiraran. Dos días después llegué del cole y encontré la casa vacía, estaba sola, no había nadie y yo salí de mi cuarto para ver el de Richie. Entré temblando, como si me pudiera ver. Como si toda la casa estuviera llena de él, llena de voces y de ojos, muchos ojos que me perseguían. Ya adentro, cerré la puerta con seguro y volví a ser yo. Porque antes era como si yo no fuera yo, sino otra. La pared estaba vacía, ya no estaban los afiches de mujeres desnudas. Quedaron como unos cuadros más blancos en la pared. Y parecía que en la del frente hubiera querido dejar un mensaje, unos brochazos taparon un dibujo o una frase, yo no sé. De pronto miré a un rincón y vi unos aerosoles de color tirados en el piso. La cama estaba tendida, pero yo sabía que todavía no habían cambiado las sábanas. Me metí debajo de las cobijas. Ahí estaba su olor. La almohada olía a Richie. No sé bien, pero tiene que ser así, como dulce y agrio. Me dormí con su olor, como si le diera el abrazo que soñé muchas noches, y al rato me despertó un ruido que venía de la calle. Pensé que de pronto llegaba ma y me pillaba. Seguro no le iba a gustar y me iba a preguntar cosas que no le puedo decir. Me dieron ganas de llevarme la almohada o la funda, pero me dio miedo y dejé la almohada donde estaba. Me levanté, tendí la cama y salí corriendo. Quise devolverme para estar segura de haber cerrado la puerta. No pude, necesitaba volver a mi cuarto antes de que ma llegara.

Ella llegó más tarde y me encontró en mi cuarto, como si no hubiera pasado nada. Me dijo que tenía los ojos hinchados y rojos, me volvió a preguntar qué me pasaba, que si me iba mal en el cole, que no fuera tonta, que yo era su tesoro y otras bobadas de ésas, que si seguía llorando iba a quedar seca como una garra, así dijo, como una garra, y que no había derecho, que yo era una niña muy bonita. Chelo también me dice que soy linda, pero yo creo que ella es más bonita que yo.

A Chelo le gusta mucho Hannah Montana y vio casi toda la serie. Ella es fan, yo no. Yo la vi unas veces, pero no me gustó. En una de ésas entró ma a mi cuarto y me preguntó qué era esa gringada que estaba viendo. Yo le conté que Hannah Montana es una niña cantante famosa que cuando está estudiando se llama Miley y que todo el tiempo se la pasa cantando y siempre repite «¿Qué dices?» y «¿Cómo dices que dijiste?» y cosas así. Yo no sé por qué le gusta tanto a Chelo ni qué le ve para decirme que quiere ser como ella. Yo no les veo mucha gracia a las cantantes, pero Chelo sí. A mí me gustan las canciones y me gusta cantar y estoy en el coro, pero no como para sentirme una estrella pop ni nada parecido. Y cuando veo la tele me gustan las noticias, por eso Chelo me dice que soy más rara que un perro a cuadritos. Yo le digo que me gusta ver lo que muestran los noticieros porque no se parece a lo que una puede ver en las series. Yo quiero aprender muchas cosas. Yo quiero ser detective o reportera. Un día que hice una tarea sobre los gitanos, el profe me felicitó, me dijo que yo podía ser buena para investigar.

Yo quiero mucho a Chelo. Es mi mejor amiga y sabe todo lo mío. Le cuento todo lo que me pasa. Todo, todito. Ella es la única que sabe que una tarde llamaron a Richie, que contesté y oí a una muchacha que quería hablar con él. Le dije que no estaba y ella quedó como triste y no se me ocurrió nada para decir porque me puse triste también. Me pidió que le dijera que lo llamó Angélica, que la llamara. Le contesté que bueno, que le iba a decir. Pero cuando Richie llegó por la noche no le conté nada. Chelo me dijo que yo estaba celosa, pero no le creo. Yo le dije que los celos ponen fea a la gente y que yo no quiero ser fea.

Esta mañana llamé a Chelo para contarle que ma me tiene castigada, que tengo que estar encerrada aquí en mi cuarto hasta las doce y no me deja ir a su casa, que hoy en la tele pasan nomás programas para bobos y también que me sentía como rara porque ayer vi que llegó con un tipo que le dio un beso antes de irse. Parecido a Richie. Los vi por la ventana. Pero no le alcancé a ver la cara. Chelo me dijo que podía ser el novio, pero ma no me ha hablado nada de eso. Todo se me revolvió en la cabeza. Ma entró muy contenta, parecía bailar cuando caminaba, y cuando me vio se puso un poquito nerviosa, me dijo «Cómo estás de linda hoy, Laura. Estás divina». Me iba a decir Laurita, pero como sabe que no me gusta que me llamen así, dijo mi nombre de verdad. Cuando ma tiene nervios es así.

Me aburro aquí. A veces se me olvida que estoy brava con ma, pero cuando me acuerdo es como si mi rabia creciera y casi nunca me siento así. Quiero que Richie venga, se aparezca en la puerta y que ma le abra y que él le diga que vino por mí. Entonces ma le va a decir que estoy muy chiquita, que soy una niña, que apenas voy a cumplir trece, que piense. Y él le va a decir que ya lo pensó. Que se va a casar conmigo cuando yo esté más grande, que me va a llevar donde Chelo, que no quiere que ma me tenga aquí castigada.

No sé por qué me castigó si cuando me encontró esculcando en su clóset yo no estaba buscando nada para mí, sino que quería saber si por ahí estaba la tarjeta de las flores que trajeron esta mañana. Ma me dijo que tenía que ser delicada, que no tenía que andar escarbando por ahí, que respetara. No sé por qué se enojó tanto conmigo. Yo no le dije qué estaba buscando y ella no me preguntó, pero yo me puse a temblar y eso la enfureció. Yo no entiendo por qué está tan brava. Cuando tenga niños no los voy a castigar así. Yo no sé si estar castigada es quedarse quieta mirando la pared, pero la veo como si me la tuviera que aprender de memoria. Veo unas rajaduras chiquitas al pie del reloj de cuco que me regaló pa. Me gusta ver cómo sale el pajarito a cantar cada cuarto de hora. Me parece que hoy se demora más, como si tampoco lo dejaran salir. Afuera la calle está mojada. Hace rato llueve y no para de llover, así tampoco hubiera podido ir donde Chelo. Ya no sé cómo estar, no sé cómo pasar el rato que falta para las doce, no sé si quedarme aquí parada, si sentarme en el piso, si tirarme en la cama o saltar en el colchón. Ah, sí, ya sé, dibujar… en la pared. Una raya larga, hasta la mesa de la tele. Ahí ahora hablan de un muchacho que pintaba en la pared de un puente y llegó un policía y lo mató. Me asomo y veo paredes con monitos  y muros con palabras. Las pasan rápido y no alcanzo a leer. Dicen que hacen críticas a todo y que llaman la atención a los que pasan por la calle. Arte callejero, dice el locutor, y viene una y otra y otra imagen con letras que no entiendo porque son como señales de un grupo para que los otros entiendan que ése es su territorio. Pero las más llamativas son las que tienen imaginación y hacen pensar. Eso dice el periodista. Pasan más imágenes y me parece que Richie está ahí. Él es tan lindo, sí, tiene que ser, tiene la misma chaqueta amarilla, la de siempre. Pero qué pasa. ¡No, que no sea él! ¡¡Que no!! ¡¡No, que sea otro!! Que no sea ese cuerpo tirado en el andén, tirado ahí, con el brazo estirado y un aerosol en la mano derecha, mostrando en el muro una frase que no alcanzo a leer.

 

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