ENTREVISTAS / Metal y escoria, memoria y olvido. Una entrevista con Gonzalo Celorio / Alfredo Sánche

La novela más reciente de Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948) indaga de nuevo en su historia familiar y le ha merecido el Premio Mazatlán de Literatura 2015. Se trata de una obra anfibia que, a decir del presidente del jurado, Juan José Rodríguez, «es una novela-objeto, personal y abierta, donde el lenguaje y el legado generacional tienen su fiesta, su revelación mutua en un viaje nómada de palabras, efectos y afectos».
     El metal y la escoria, como se llama esta nueva obra, remite de muchas maneras a un libro previo, Tres lindas cubanas, que es la historia del lado familiar materno de Celorio. El autor ahora explora el complemento, la historia familiar paterna. Al respecto dice: «Efectivamente, la novela anterior, Tres lindas cubanas, se refiere a mi línea materna que tiene que ver con Cuba, y se establece una relación entre Cuba y México. Esta novela es complementaria y se refiere a la familia paterna y al vínculo entre España y México. Son dos novelas hermanas, y por ahí me dicen que ya tengo la parejita. Tres lindas cubanas es una novela de ámbito femenino; ésta es una novela de ámbito masculino. No nada más porque sean las líneas materna y paterna, sino porque los personajes principales de la primera obviamente son mujeres, y en cambio en El metal y la escoria predominan los personajes masculinos».
     La novela se refiere a la migración española, particularmente del norte, de la región de Asturias, hacia México, a mediados del siglo xix. Es decir, antes del exilio republicano, cuando se utilizaba mucho la frase «hacer la América». Yo mismo escuché con frecuencia esa expresión, pues tuve un abuelo asturiano que llegó a México a fines del siglo xix de manera muy similar a la de Emeterio Celorio Santoveña, el abuelo del escritor. Se lo cuento a Gonzalo, quien responde entre risas:
     «Pues ya tenemos algo que nos hermana. Esta novela se refiere a la migración española que se hizo particularmente fuerte después de que se levantó la interdicción de venir a América en 1853. Desde que los países hispanoamericanos empezaron sus revoluciones de independencia, España prohibió la salida de españoles hacia estos flamantes países hispanoamericanos y solamente se canalizaban hacia las que seguían siendo provincias españolas, que eran Cuba y Puerto Rico. Pero a mediados del siglo esta prohibición se levantó y hubo un exilio considerable. México no fue el país de acogida más importante. Llegaron más a Argentina, a Brasil y obviamente a Cuba y Puerto Rico. Pero sí hubo una migración importante de asturianos, y yo doy cuenta de ello. También hay otros capítulos en donde hablo mucho del exilio español republicano, y me parece que por eso la novela tiene un espectro amplio de la presencia española en México, de signos distintos y en ciertos sentidos contradictorios, pero que ayudan quizás a comprender más profundamente las relaciones que hubo entre España y México».

El título del libro de Celorio alude a la riqueza construida por su abuelo y al despilfarro posterior por parte de los herederos. Se construyó a partir de los testimonios y recuerdos de otros miembros de la familia, pues él no conoció a su abuelo y era muy pequeño cuando murió su padre. Sin embargo, después de muchos años de indagatorias logró reunir el material suficiente para contar esta saga familiar. Cuestiono a Gonzalo acerca del título, y esto responde:
     «Hay un poema de Borges que sirve de epígrafe a esta novela. Dice:

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios que salva el metal salva la escoria
y cifra en su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.
Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía.
Y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores
y las puertas se cierran a tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores.

Es decir, hay una relación entre el metal y la escoria, entre lo valioso y lo deleznable, entre lo brillante y lo oscuro o sórdido, que son los dos aspectos que se manejan en esta novela. Porque se trata en un sentido literal de un asturiano que llega a hacer la América —y la hace, efectivamente amasa una muy considerable fortuna, he ahí el metal—, pero sus hijos, en la siguiente generación, la dilapidan de una manera lamentabilísima, tanto en México como en España: eso sería la escoria. Pero me parece que más allá de la anécdota, la novela tiene que ver con la memoria y el olvido. Por eso este epígrafe de Borges: sólo una cosa no hay y es el olvido. Porque él piensa que hay una inteligencia infinita que lo mismo conserva lo maravilloso de la vida que lo miserable, y yo en esta novela doy cuenta de ambos aspectos: lo grandioso y lo triste, lo luminoso y lo oscuro. Y por otra parte hay otro epígrafe que procede de Onetti, que dice: “La vida no ha terminado, todavía hay esperanzas para el olvido”. Es decir: que hay una especia de dialéctica entre la memoria y el olvido. Y creo haber definido esta novela como un duelo a muerte entre esos dos aspectos, porque el personaje narrador quiere recuperar la memoria histórica de su propia familia, una historia que la propia escritura de la novela le permite conocer. Pero, por otra parte, su principal informante lamentablemente contrae la terrible enfermedad de Alzheimer, y entonces va olvidando todo aquello de lo que podría haber informado. Es realmente una paradoja que, yo creo que más allá de la anécdota, es la esencia misma de esta novela: es justamente este terrible vacío que generan, por un lado, el intento de recuperación de la memoria histórica, y por otro, la memoria que se va cercenando por esta enfermedad y que después el narrador mismo piensa que podría llegar a contraer. En ese sentido hay un reto literario formidable: escribir una memoria desde la pérdida de la memoria».

Como se ve, hay muchos rasgos autobiográficos en la novela: el narrador es el propio Gonzalo Celorio, tratando de reconstruir toda esta historia familiar, pero también es él quien vive con el miedo al olvido que se puede presentar en cualquier momento y que en la obra está representado por un personaje de la realidad, su propio hermano Benito. Es a él a quien está dedicada esta novela que es mucho más que una novela: es un híbrido entre biografía, crónica, reflexión sobre el origen, autobiografía, reconstrucción de la memoria y muchas cosas más, según refiere el propio autor:
     «No puedo decir que se trate de una autobiografía estricta, porque hay un predominio de elementos ficcionales y un tratamiento discursivo muy literario. Yo creo que es una novela. Pero siempre he pensado que la novela es el más sucio de los géneros, el más impuro, el que tiene más adherencias y el que tiene más préstamos. Es decir que una novela se hace de ficción pero también se hace de memoria, se hace de biografía. Le puede caber la biografía, el testimonio político, la crónica de viaje, algunos arrebatos líricos y hasta otras novelas. Qué mejor ejemplo que el paradigmático de Cervantes con el Quijote, en donde hay una novela que es a su vez huésped de otras novelas diversas que ahí se van entreverando. Entonces, en sí hay una carga autobiográfica y biográfica familiar muy fuerte, pero es más bien una saga familiar, una saga que está articulada fundamentalmente a través de la imaginación, a través de una ficción que es la que articula esta historia cuando la investigación o el conocimiento estrictamente histórico no dan para más. Y de todas maneras yo pienso que la ficción es otra forma de la indagación histórica. Siempre he pensado que se puede llegar al conocimiento a través de alguna obra literaria. Yo conozco más el campo mexicano a través de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que a través de todos los discursos historiográficos o sociológicos o estadísticos que hablen del medio rural mexicano.  Entonces a mí la imaginación ficcional narrativa me sirve para llenar estos huecos de la memoria, que se articula en un discurso que pretende ser congruente y verosímil».

Finalmente toda esta investigación en torno a la propia identidad terminó en una obra literaria, en una novela que si bien tiene mucho de ficción, también contiene rasgos importantes de reconstrucción histórica:
«Así es, al conocer uno sus propios antecedentes de una manera amplia, aunque sea a través en buena medida de la ficción, uno se conoce más a sí mismo y sabe quién es. O por lo menos ya no es uno tan desconocido para sí mismo».

El metal y la escoria, de Gonzalo Celorio. Tusquets, México, 2014.

 

 

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