Teatralidades latinoamericanas / Lourdes González Pérez

Actualmente la dramaturgia argentina es, quizá, la más potente y reconocida de América Latina. La cantidad y la calidad de sus destacados exponentes son sólo dos de las variables que permiten afirmar su influyente presencia, que ha trascendido las fronteras de su territorio. Entre las plumas que desdibujan el tiempo generacional se puede citar a Griselda Gambaro, Mauricio Kartun, Vivi Tellas, Rafael Spregelburd, Daniel Veronese, Javier Daulte, Lola Arias, Claudio Tolcachir y Alejandro Tantanian, por citar algunos de los más representativos.
     La diversidad de temas abordados, la profundidad y la exploración de las relaciones personales, así como una reinvención de los dispositivos escénicos, han colocado no sólo a los dramaturgos, sino a los directores y actores, en la cúspide del teatro de habla castellana. En este sentido, Emilio García Wehbi es de los más destacados.
     Derivado de su propia historia relacionada en varios momentos con sus circunstancias sociales, el teatro argentino no se quedó en los abordajes tradicionales, sino que exploró y desarrolló el performance, el biodrama, las intervenciones escénicas, el psicodrama y otros modelos de microteatro, diversificando los espacios de presentación, que van desde las salas convencionales con propuestas de corte más comercial, hasta una infinidad de espacios alternativos, entre los que destacan los sótanos, los espacios abandonados, los departamentos y las casas habitación que se han convertido en los más socorridos por las nuevas generaciones.
     Trascendiendo el tan popular modelo melodramático latinoamericano que se extendió con fuerza durante el siglo xx, el teatro argentino le dio la vuelta con la invención del grotesco criollo, un pasticcio que mezclaba una serie de recursos, sensaciones y géneros y que se gestó en Argentina a principios de la década de los veinte del siglo pasado, de manera particular inaugurado por Armando Discépolo, quien comenzaría a forjar una identidad que no había en otros rincones del continente de manera tan contundente. Una de las dramaturgas más reconocidas de la escena argentina, referente de puente entre las generaciones anteriores y las actuales, Griselda Gambaro, escribió al respecto: «El grotesco es una condición del carácter argentino y por lo tanto, sigue proporcionando materia».
     Llaman la atención algunos elementos que pueden diferenciar al teatro argentino del de otras latitudes: la potencia de su industria editorial, que ha llevado a una amplia divulgación y publicación de su dramaturgia, y la proliferación de una escuela psicoanalítica que ha trascendido los círculos de expertos incorporándose a la vida cotidiana de manera natural. Lo mismo que el teatro. Para los argentinos, el teatro no es una práctica que concierne sólo al gremio de los teatristas, sino una actividad cotidiana que se consume por encima del promedio de otros países de América Latina. Por mencionar el ejemplo de la Avenida Corrientes, que es el eje de la vida bohemia y nocturna de la ciudad de Buenos Aires, hace algunos años se habían contabilizado más de veinticinco teatros en siete cuadras de esta avenida, que en sus más de ocho kilómetros cuenta con restaurantes y librerías que contribuyen a la circulación y al consumo de este circuito más comercial.
     Por otro lado, es interesante señalar que en Argentina no se tienen ni apoyos ni subsidios a los creadores independientes para producir sus puestas en escena —como sucede en México con los artistas escénicos, que gozan de diferentes becas y estímulos. En Argentina, el teatro más interesante desde hace décadas sucede al margen de las instituciones públicas y de los espacios consolidados, situación que en México apenas está teniendo lugar en los años recientes. El teatro argentino ha servido de modelo y ejemplo para desarrollar en México alternativas al modelo institucional auspiciado por el Estado. Diversas compañías y colectivos en distintas ciudades de la República Mexicana están implementando esfuerzos fuera del circuito comercial, y fuera de la Ciudad de México, desarrollando poéticas propias en circunstancias situadas, reformulando nuevas cartografías del movimiento escénico y trabajando con temas de relevancia social en sus propios contextos. En este sentido, temas como el narcotráfico, la violencia, el desarraigo y la memoria están cada vez más presentes en este mapa de teatralidades expandidas que abandonan las salas convencionales para intervenir la realidad de otras maneras. Propuestas como Teatro Para el Fin del Mundo, o el Festival de la Bestia, encabezados por Ángel Hernández en Tamaulipas, dan cuenta de esas nuevas posibilidades hacia donde la escena en México está caminando.
     En esta edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y aprovechando la presencia de Argentina, se plantea la incorporación en el programa de contenidos de un diálogo entre distintos dramaturgos de diferentes latitudesde América Latina. Una mirada hacia la diversidad de temas y sus abordajes particulares en el trabajo creativo de distintas plumas. La cita será los días 4 y 5 de diciembre en el marco de las actividades de la fil. Para mayor información, consultar la programación en fil.com.mx .

http://www.danielcinelli.com.ar/archivos/Obras/Tercer_nivel/Grotesco_criollo/material_adicional/Grotesco_Criollo.pdf

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