Amor eterno / Carlos Lenin Pérez Ibarra

Preparatoria de Tonalá / 2013 B


Eres mía y yo soy tuyo.
Mi amada, te observo como siempre,
como hace tiempo lo hice, por horas,
sin que notes mi presencia. Te observo,
desde el otro lado de la habitación
recorro tu distinguida figura,
que es distinta a cuando te conocí.
Pero lo importante es que sigues a mi lado.
Todavía recuerdo esa tonta idea que tenías de separarnos,
¡que ingenua!, no sabías que mi amor dura para siempre.
Eso ya no importa, decidí muy bien por los dos.
Ahora seguimos juntos, yo te observo
y tú sigues en tu mundo, pero ya dentro del mío.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me dijiste  “Te quiero”
o me gritaste un vituperio? No lo sé.
Lo único que sé es que mientras te observo
soy yo el que te acaricia con palabras,
y tu cada vez me dañas más con tu silencio,
silencio trágico y fúnebre. Pero no importa,
yo me conformo con observarte.
Tuvimos muchas noches ardientes,
pero la que más me apasiona recordar
es esa en la que decidiste ser mía para siempre.
¿O lo decidí yo? No importa, fue una excelente decisión.
Verte ahí, gritando y gimiendo,
pidiendo perdón y clemencia,
tan llena de dolor que tuve que liberarte de él.
Ver las llamas de tus hermosos ojos
me inspiró para cubrir con llamas todo tu radiante cuerpo,
cerrando así el trato de una vida (o muerte) eterna juntos.
Y hoy, hoy sólo te observo en ese receptáculo donde te guardo
a ojos de todos eres sólo polvo,
polvo de la casa en donde un día vivimos juntos
y que ahora ya no existe.
Hoy, sólo te observo, aquí, en este desolado y frío tugurio,
descolorido y lúgubre, que fortalece nuestro idilio.
Tras este telón de acero y tras tu recuerdo,
aún vive nuestro amor, aún te pertenece mi ser.
Nunca más tendrás esa estúpida idea de dejarme.
No, nunca más, ahora viviremos juntos, tú y yo, por la eternidad…

 

 

 

Comparte este texto: