Luna Miguel / Hilos de sangre

Pensemos en un hospital lleno de gatos
pensemos, los huesos se comen a los huesos,
las uñas son un gesto
el esqueleto felino
su olor
pensemos en gaviotas y en carroña
en ese color que maúlla
en ese color
como aquel momento sólo como aquel momento
en que las ratas se esconden
miau
miau
se esconden porque el cielo habla de tormentas
o ese momento exacto en que hasta el sol se
marcha y el cielo suena vacío revolviendo la mañana
para que caigan sucios sus copos
ese aquel ese aquel miau ese
pensemos quimioterapias y pulmones
pensemos en derramar nata sobre ciruelas muertas
pensemos en ese y en aquel
el gato está en la silla y se ha portado mal como se portan los mundos
cuando maduran
y aquí el mundo ya no crece porque hay vacas que nos guiñan el ojo
y aves defendiéndose del cuchillo
pensemos como ciudades como mujeres como mujeres que olvidan
pensemos en el nombre de Joan-Marc
pensemos la lectura en la cocina
ahora que con las flores me mudo a Marruecos
pensemos en el ruido en el premio
en la siesta de los sábados
pensemos que el hospital está lleno de gatos y no hay manera
no, no hay manera de sacarlos.

 

Cerdo

Me pregunto cómo ha llegado esta cabeza de conejo hasta mis manos.

Cómo ha rodado, escalera arriba, hasta el corazón del Raval,
arrastrándose, escalera arriba,
girando, escalera arriba hasta mis manos.

Me pregunto quién mutiló al animal. Me pregunto cuántos estómagos
hacen falta para vencer el hambre.
Me pregunto: hay cuartos oscuros
y humedades en venta,
hay insectos de alquiler y trasteros que huelen a ceniza.

Todos los días una mariposa muere encerrada entre los calefactores.
Pero no hay peligro porque el invierno ya se acaba,
y con él los poetas que hablan del frío
y con él los suicidios y las mariposas
y con él los conejos domésticos,
comestibles.

Me pregunto cómo ha llegado mi lengua hasta el techo de los muertos.
Con la ciudad encendida.
Con su cabeza bien sujeta entre los dedos.

 

Huevo

Vaciar lo que ya estaba vacío y ordenar lo que ya sabía a polvo.
El arcángel era un monstruo, el fantasma su disfraz: por eso
comíamos cerdo. Por eso comíamos canciones y quizá también
por eso las uñas nos dolían al follar. Por la pose del hueco.
Por la pose del cerdo. Por el cerdo y el gato peleando en esa jaula
embadurnada de barro.

Llenar lo que era aire y contemplar lo que ya sabía a espinas.
Las rosas no sentían dolor al cortarlas pero gritaban
con el viento como un huevo machacado, rojas de furia, rojas
de espinas gritaban y el hombre no hacía nada con su disfraz
de monstruo pero sabía que comerlas aún no era pecado
y por eso podía. Y por eso podía. Y por eso podía decirnos que rezar era sano. Y por eso podía decirnos que rezar por los cerdos era sano.

Masticar lo que ya era un desecho y comprar lo que ya estaba roto.
En el mundo al revés tus ojos dicen. Por el cuarto vacío.
Por las casas que se marcharon. Por los hilos del pijama.
Por el gato miserable cuando no entiende.

 

Definición del vientre

Todo está entre el pecho y la vagina. Todo lo importante
está y seguirá estando aunque quizá las nubes se hayan ido
y sólo quede hierba, muchísima hierba, escondida bajo la alfombra.

La mascota soy yo. La mascota se saca de paseo a sí misma
en un acto de tranquila rebeldía. La mascota no conoce el verano.
La mascota se come a sí misma en un acto de amor. La mascota
tiene órganos y todos se encuentran entre el pecho y la vagina.

De qué manera podríamos definir el vientre. De qué manera
la caja torácica esconde otra materia gris. El estómago
está entre el pecho y la vagina. Más lejos o más cerca que los nervios.
Más lejos o más cerca que el amor de la mascota.

Todo se alinea y queda hierba. Mucha. Muchísima hierba.

 

Despertar en la Rambla del Raval

No sé si sabes que por las mañanas el portal de nuestra casa huele a carne, que en la acera el pollo se amontona en cajas de plástico junto al contenedor de vidrio, y que las vacas y los corderos esperan tendidos en el suelo, mientras alguna gaviota picotea las cuencas de sus ojos aparentemente muertos.

—Te lo cuento porque ya no me da asco.

Ya no temo ese lugar en donde las moscas
pequeñas
bailan en espiral
chocándose
las unas contra las otras
en celebración de la leche vertida
las moscas van hacia el desecho
hacia el excremento
pero también danzan en la carne
anidan en ella
se quedan, para siempre,
en el hueco coagulado de su sangre.

No sé si sabes que los gatos eran bestias cazadoras, que los perros se creen iguales al hombre pero más desgraciados. No sé si sabes que los hombres desprecian lo viviente atreviéndose a adorar iconos invisibles. La cuestión…

la cuestión…

la cuestión no es Qué hago aquí
sino
Qué hago Ahora que me han traído a este lugar.

Hay hilos que se arrastran por la acera.

—Te lo cuento porque es irremediable.

 

 

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