Llámenme Ismael / Luis Armenta Malpica

Con mi admiración y cariño para Guillermo Fernández,
quien aparece nuevamente como un fantasma hospitalario,
y cuyo crimen no ha querido ser investigado
por las autoridades correspondientes.

 

9
Lo vi dejar la ropa y su inocencia
en ese cuarto (blanco) del Pabellón Rosetto.
Lo vi doblar su nombre
entre los labios.
Lo vi doblar las manos
y caer
(y caer
en ese mar insomne) de la vida
sin mayor asidero
que su propia zozobra.

Lo vi con los ojos cerrados
y la boca cerrada.
Lo encontré maniatado todo
el tiempo. Amordazado
yo
con esa misma soga que el amor nos impuso
cuando se acabó
(todo).

Entonces escuchamos el canto
de la ballena blanca.
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Aunque prefiere las voces masculinas
y templadas, tipo Britten
él dijo: Jessye Norman.
Dije: Mado Robin
y deliramos.

Luego dieron las tres
y la sola botella de tequila
quedó sobre la mesa.

Nos dimos un último apretón
y dejó boquiabierto su teléfono:
una línea ocupada fue el único horizonte.

No hubo rastro de Dios
ni de quien
maniataba las preguntas.

La noche cayó calladamente
(cinta canela en vilo)
con sus anclas de llanto.

Él dijo: llámame
Ismael. Y enloquecí
(en silencio).

 

 

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