Una persona que viajaba en motocicleta después de un choque / Mario Ángel Salazar Chávez

Preparatoria 12 / 2013B 

Son las seis de la tarde, miro por la ventana, aún llueve y voy veinte minutos más tarde. Escucho a Certan Romance mientras sigo el ritmo con mis pies. Las luces comienzan a  apagarse. Tengo miedo. Pienso en lo que tengo que hacer en los próximos días. Miro el teléfono, aún no suena. Comienzo a perder la paciencia. Tomo la chaqueta que está junto al escritorio. Juego con las llaves de la motocicleta mientras bajo los escalones del edificio. 10, 16, 20, 28, 30, 32. Debí bajar en el elevador. Pienso en que podría tomar un café antes de dormir. No, tal vez no sería una buena idea. Salgo del edificio. La lluvia paró. Giro hacia la derecha, mis pies se hunden en los charcos. La calle está vacía. Recuerdo a mi hermana diciendo esta mañana: “Seguro que llueve, no deberías salir hoy”; como siempre, yo ignoré su comentario. ¿Cómo se sentirá flotar? No quiero levantarme de la cama en todo el fin de semana. Enciendo la motocicleta. Olvidé el casco en casa. Idiota, seguro te matas. Conduzco por las calles que me sé de memoria. Pienso en matemáticas, odio las matemáticas. Paro al ver la luz roja. El rojo es mi color favorito. Vuelve a llover. ¿Por qué hay personas con el cabello azul? No me gusta el azul, prefiero el verde. Verde.
     Sigo mi camino. Giro a la derecha. ¿Voy en sentido contrario? Voy en sentido contrario. Cierro un poco los ojos. Hay muchas luces. ¿Por qué oscurece tan temprano? Alguien cruza la calle. Tengo frío. Se escucha un par de gritos. Me detengo rápidamente. Hay sangre, todos se detuvieron. Alguien llora. Otro vomita. Nadie llama a una ambulancia. No se mueven. Por un momento no respiran. Subo el volumen de la música de mi celular. Pobre chico, seguro murió. Sigo mi camino. Voy veinte minutos tarde y aún llueve.

 

 

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