*** / Reyna de la Cruz Hernández

Preparatoria 13 / 2013 A

Llego a ese lugar frío lleno de nieve. Estoy sola y parece algo triste estar ahí. Sigo caminando y veo un puente de hielo. Debajo de él hay agua, un agua azul como la noche. El puente parece un dragón tranquilo esperando a que lo ataquen para defenderse. Empiezo a caminar sobre él y parece que estoy en la boca de algo con colmillos grandes que quieren enterrarse en mí.

Camino, cruzo el puente y sigo.

Ésta es una casa de tiempos atrás. Tiene unas ramas secas, un balcón, las ventanas reafirman la idea de que es de épocas pasadas, supongo que aquí vivía gente rica, como un comandante de algún ejército, o propietarios de tierras. Supongo que las mujeres que la habitaban eran de la alta sociedad y tenían sirvientes a los que trataban mal.

Estamos en un callejón. El paisaje es hermoso, hay mucha vegetación, el clima es fresco. Son las ocho de la noche, el lugar está solo. Al fondo hay unas escaleras. A un lado, una lámpara.

Llegamos a ese punto de luz, nos ilumina, la luna apenas se ve, se respira paz y mucha tranquilidad. Subimos las escaleras, hay un barandal y ahí nos quedamos viendo el cielo y las estrellas.

Son campesinos coreanos, hartos de los abusos en su contra. A algunos se les ve coraje en los ojos. Van a algún lugar a protestar su inconformidad.

Van en un tren dos personas. El tren es blanco. Hay una ventana y unos asientos en la esquina. En uno de ellos hay un hombre, y al otro lado, una mujer. Ella escucha música; él sólo la observa de reojo. Ella intenta transmitirle su interés hacia él a través de la pieza que escucha. Le sube el volumen, él voltea, los dos sonríen y se ven a los ojos. Luego se acercan y empiezan a platicar.

Estoy en un bosque. Hay pinos altísimos. Veo una pantera, aves. Empieza a hacerse de noche.

Me adentro más en el lugar, siento que me siguen. Volteo, no hay nadie. Camino más rápido, vuelvo a voltear. Se ve una sombra. Empiezo a correr. El lugar es enorme. Está cada vez más oscuro. Sigo corriendo, se oyen sus pasos a lo lejos. De repente parece que me alcanza y corro más fuerte. Llego a un río. Me adentro en él. Lo cruzo, pero siguen tras de mí. Siento cómo toma mi mano y me jala. Empiezo a elevarme. El bosque es hermoso desde arriba.

Siento que su mano se suelta de la mía, me empiezo a desplomar, un pino está muy cerca de mí. Doy una vuelta y él está abrazándome. Vuelo en ese cielo azul lleno de estrellas, pero no veo su cara. No sé quién es y menos qué hace. Me quiero soltar, pero no me deja. Tiene una cicatriz en el brazo, otra en el hombro, justo al lado de su ala. Busco su cara pero la esconde.

De repente me abraza, pone mis manos en su cuello. Está a punto de levantar la vista y…

despierto.

 

 

Comparte este texto: