Poemas / Shimon Adaf

Ícaro recuerda
    
     A. En este lugar
    
     ¿Habrá sido aquí alguna vez otoño?
     Siete aves malas, flacas
     de carnes como agujas de coser
     abrochan el firmamento al asfalto
     picoteando una última migaja de
     luz.
     En los árboles, contenida vibración
     como de amor;
     algunos de los grandes silencios del corazón
     me han acaecido en forma de terribles estremecimientos
     en este lugar.
    
    
     B. Junio se va formando
    
     ¿Existirá un tiempo en el que los niños no
     se vean abocados a hacerse adultos?
     ¿Un momento en el que la ciudad se vea libre de colapsar
     como las estrellas bajo la bota de las tropas de la aurora?
     ¿Un instante?
    
     Tengo más tiempo del que quiero.
     Bloque de luz impelido
     contra las murallas de la respiración
     de las noches
     de los días
     asedio maravilloso del transcurrir de las eras.
    
     Más de lo que parece, tengo.
     En ocasiones, incluso ahora
     ceguera bruñida de calles de
     junio
     un nombre que no volveré a pronunciar,
     junio, junio,
     el mundo entero resuena a junio
     pulimento intrigante de alas de curruca
    
     susurro obstinado de ardientes dientes de león
     en otra ciudad
     sollozante se abre el mar
     lo mismo que conocí desde niño
     un momento antes del día
     una única probabilidad, echada de nuevo a perder
     hasta ahogarse.
    
    
     C. Salva
    
     ¿Me caí? Cual cobrizos grilletes el aire
     resonó en un periplo
     raudo amargo de crisantemos
     abocados a su fin como
     un primer coito
     siempre inadecuado y vacilante
     la carne más lenta que el sueño y más obstruida
     que el cristal.
    
    
     D. Añoranzas
    
     ¿Habré nacido demasiado tarde?
     Era verano y algo se estremecía, cierta
     lejanía emocionada y un tammuz
     se anunciaba ya
     en el movimiento de las estrellas al anochecer.
     Esos
     que yacen mirando hacia las vaguadas ya
     se han acostado mirando
     así
     los rostros mudos y tensos
     como sólo se le ocurre a un hijo
     del crepúsculo.
    
    
     E. Anatomía
    
     En este lugar junio se va convirtiendo en una salva de añoranzas.
     La ceguera de la infancia sustituye
     la caída de la tarde.
     Un diente inesperado, tardío,
     en la cavidad bucal de Sderot.
    
     Lo que es mío lo recojo y lo quiebro
     como al calor
     las aspas del ventilador.
    
     Cuchillas de diminutos pájaros en la carne amoratada
     del horizonte.
    
     Lo que está destinado a cambiar no cambia;
     azotea eterna. Mi madre con su mirada detenida. Una pérdida
     que va hasta estos árboles, hasta este parque.
    
     Lo que la luz erosiona suavemente es fijado aquí
     con unos clavos duros, las calles no se
     retiran. Atardecer. Mueren como
     la hierba, como todos
     los impulsivos y espesos brotes
     del verano.
    
     «Si supieras qué intrincado infierno me permite el aire
     recorrer en un viaje
     con regreso».
    
     Lo sé pero estoy
     menos por el deseo, menos
     por la eternidad. Más por
     la ignorancia, más por la ignorancia
    
     de la falta de capacidad para perdonar.
     Incluso ahora
     cuando bajo el abrasado cielo
     todo el que amé es todavía
     un gran viento y con fuerza derruye aprisionado montes en los pulmones.
     Respiro
     despacio.
    
    
     Dédalo habla
    
     Yo tenía un hijo y todo yo era un cansancio
     malo. Mi hijo fue un retazo de humo.
     No sucede en casa, ni en el jardín, ni durante las comidas,
     no pasa en las canchas, en la escuela,
     en las fotos.
     Se disemina por el mar.
    
     Una tarde lejana calculó calles, invirtió
     brújulas abalanzándose contra él
     un camión de estrellas y abandono.
     Yo tenía un hijo y ahora fábrica de
     abril, cielo plomizo y pájaros maduros
     para el plañido, aire calcinado en su florecer.
     Todo eso
     son los inútiles respiradores artificiales de la primavera.
    
    

     Versiones del hebreo de Ana María Bejarano

 

 

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