Poemas / Nurit Zarchi

     1
     Adiós, adiós, las niñas me agitan sus brazos.
     No, no hace falta que te internes
     es nomás una ola remolcándonos del mar
     espumeante, cadenciosa. Entiende
     todo pasa adelante—
    
     Adiós —reverberan las niñas, no hay tiempo libre.
     Desde aquí ya no podemos verte más.
     En frente una ola multipisos se nos acerca, se dobla, devora,
     y tú no puedes ayudar nada,
     nada, como siempre.
    
     Con tus navíos hechos de papel de libro
     sal a la orilla, muévete.
     La revolución francesa no fue sobre ti, mamá.
     Por fin serás tú el público, nos mirarás a nosotras
     me gritan ellas de los Estados Unidos de América.
     Estamos todos sanos: los niños, el presidente
     todos toman tapioca.
    
     Shhh, soy yo en lengua extranjera
     y quizás no me puedan oír
     hay ruido en los Estados Unidos de América.
    
     Shhh arrulla el mar.
     ¿Soy acaso San Francisco para predicar
      a gaviotas, caracolas y bagres.
     Un litoral desnudo se extiende frente a mí—
     será que el Nuevo Mundo llegó a mí?
    
    
     2
     Hubo una o dos razones
     por las cuales no descubrí América
    
     salvo tempestades, miedo a las aguas profundas
     y unos cuantos marineros que huyeron a las islas,
    
     salvo los ratones corriendo sobre la cubierta
     los llamados roedores en la literatura realista—
     salvo estos pequeños detalles
    
     siempre sentí que el navío se hundía.
     Quizás por eso haya apoyado a
     los indios, a los españoles
     y distribuido chocolate a las prisioneras en la sección inferior.
    
     Pero en el fondo de mi alma yo también codicié el oro de Cajamarca
     yo también soñé con descubrir los países maravillosos
     tal como descubrí lo descubierto—
     ya tarde—
     y yo aquí.
    
    
     Versión del hebreo de Tal Goldfajn

 

 

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