Confesiones para Buenos aires / Julio E. Ruiz Monroy

Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías-CUCEI, UdeG

Hay algo de cielo en su nombre,
nubes quietas y vocales.
Luce como faros y lluvias. Toda ella
cambia al ser nombrada
desde mi lengua como infinita.

Yo miré Buenos aires en tus ojos: rumor del Río de la plata, murmullo, esencia de donde partimos. Eres tú, mujer, la que habita el lado de mis labios; como ventisca de Río negro hacia Tierra del fuego. Algo quedó como la garantía del retorno. Dijiste algo sobre las olas, «un amanecer de lluvia en la espalda»: un beso conmutado por el olvido.

Te hice llorar lágrimas de un cielo, y ahora húmeda hablas de vos, reseñas tu nombre y tu historia. Eres poética en movimiento, núcleo innegable de mi articulación oral, fuego inasible porque me haces decir «Agustina», tu nombre hallado por entre los muchos que te he elegido. Me haces leerte levemente por encima de tu piel. Mirarte desnuda es la ocasión precisa para hacerte oraciones fracturadas, proferirlas a tu cuerpo en acción de fuga. Parafraseo tu cuerpo en el intertexto de tus ojos y labios. Recojo tu mano y la pongo en tu pecho; comienzas a ser pausa, ser arte encontrado, porque tu cuerpo y mi cuerpo son solo objetos en este azar escogido.
*
Coincide en mi boca el nombre que te nombra: eres hado inevitable en el umbral de mi lengua. Nadas apacible sobre las aguas del numen; eres isla distante en este simulacro, y ríes, tu sonrisa inunda mi mente y ríes, resbala por tus mejillas; lloras una distancia y ríes, ríes como un ayer vedado.

Me aburrí del placer de no saber nada, de la poética forma en que envuelves mis manos, de ocultarme tras el escondite de tus ojos; soy una vida, abandonada por el sosiego.
*
He caminado ya, hasta la última raíz de mi cuerpo, donde has bebido mi paz…, y has besado cada verso inacabado.

Me he traído aquí, a la orilla del mundo, para hacerte nacer todas las presencias.
*
Miré el oriente de tu cuerpo como una anchura de río, como un brazo desbordado plagado de líquenes. Es tu mirada el hilo de la luz. Me acerco y hueles al mediterráneo, a la víspera incierta de mis dedos en tu sexo.

He pasado dos horas viendo tus senos elevarse, reincorporándose al sistema sexual. Eres cubierta de joyas, eres nativa ciudad de arrecifes, flores y corolas donde me sumerjo.

Tu piel atiende el silencio del lenguaje: al callar mi lengua, al sellar mi boca. Tu piel es ciertamente tenue. Mi voz grabó la caricia vocal en tu espalda; delgada silueta sitiada, línea curva, parte semiótica del significado. ¿Qué es cuerpo? ¿Qué es caricia? Eres lavativa del resplandor en mis manos, eres aire ocupado: citado.
*
Contrapongo mi mano sobre mi mano y la coloco en las ruinas del ayer. Hay un cuerpo dormido sobre la grieta del nombre que viene a salvarme. A lo lejos nace el estanque de la pérdida; coyuntura externa o hilo que tejió mi infancia. Hay algo de su nombre en este aire. Hay algo en ese algo que me atrapa nombrándola.

Algo habita su mirada, sobre su mirada están otras miradas, gentes que copulan al verla la miran; y en el aire un suspiro, una habitación.

La lluvia, allá, habita su espacio de agua y aire, y del aire desciende, porque ha sido lanzada desde la lengua que la leyó, que la escribió desde el génesis. Y cuento los días, las largas horas al suspenderse. Su mirada, su cuerpo, su aliento, hay una despedida, un tirón de presencia.
*
Elegirte es buscarte sin intención aparente; encontrarte es el fin para sacarte del mundo.
*
Hoy miro Buenos aires, hoy lo hago y no hay nadie, no hay nadie; lo digo, lo confieso;  porque eres ánfora: luz cabida en mi mano; en ese algo que desató la escritura.

 

 

Hay algo de cielo en su nombre,
nubes quietas y vocales.
Luce como faros y lluvias. Toda ella
cambia al ser nombrada
desde mi lengua como infinita.

Yo miré Buenos aires en tus ojos: rumor del Río de la plata, murmullo, esencia de donde partimos. Eres tú, mujer, la que habita el lado de mis labios; como ventisca de Río negro hacia Tierra del fuego. Algo quedó como la garantía del retorno. Dijiste algo sobre las olas, «un amanecer de lluvia en la espalda»: un beso conmutado por el olvido.

Te hice llorar lágrimas de un cielo, y ahora húmeda hablas de vos, reseñas tu nombre y tu historia. Eres poética en movimiento, núcleo innegable de mi articulación oral, fuego inasible porque me haces decir «Agustina», tu nombre hallado por entre los muchos que te he elegido. Me haces leerte levemente por encima de tu piel. Mirarte desnuda es la ocasión precisa para hacerte oraciones fracturadas, proferirlas a tu cuerpo en acción de fuga. Parafraseo tu cuerpo en el intertexto de tus ojos y labios. Recojo tu mano y la pongo en tu pecho; comienzas a ser pausa, ser arte encontrado, porque tu cuerpo y mi cuerpo son solo objetos en este azar escogido.
*
Coincide en mi boca el nombre que te nombra: eres hado inevitable en el umbral de mi lengua. Nadas apacible sobre las aguas del numen; eres isla distante en este simulacro, y ríes, tu sonrisa inunda mi mente y ríes, resbala por tus mejillas; lloras una distancia y ríes, ríes como un ayer vedado.

Me aburrí del placer de no saber nada, de la poética forma en que envuelves mis manos, de ocultarme tras el escondite de tus ojos; soy una vida, abandonada por el sosiego.
*
He caminado ya, hasta la última raíz de mi cuerpo, donde has bebido mi paz…, y has besado cada verso inacabado.

Me he traído aquí, a la orilla del mundo, para hacerte nacer todas las presencias.
*
Miré el oriente de tu cuerpo como una anchura de río, como un brazo desbordado plagado de líquenes. Es tu mirada el hilo de la luz. Me acerco y hueles al mediterráneo, a la víspera incierta de mis dedos en tu sexo.

He pasado dos horas viendo tus senos elevarse, reincorporándose al sistema sexual. Eres cubierta de joyas, eres nativa ciudad de arrecifes, flores y corolas donde me sumerjo.

Tu piel atiende el silencio del lenguaje: al callar mi lengua, al sellar mi boca. Tu piel es ciertamente tenue. Mi voz grabó la caricia vocal en tu espalda; delgada silueta sitiada, línea curva, parte semiótica del significado. ¿Qué es cuerpo? ¿Qué es caricia? Eres lavativa del resplandor en mis manos, eres aire ocupado: citado.
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Contrapongo mi mano sobre mi mano y la coloco en las ruinas del ayer. Hay un cuerpo dormido sobre la grieta del nombre que viene a salvarme. A lo lejos nace el estanque de la pérdida; coyuntura externa o hilo que tejió mi infancia. Hay algo de su nombre en este aire. Hay algo en ese algo que me atrapa nombrándola.

Algo habita su mirada, sobre su mirada están otras miradas, gentes que copulan al verla la miran; y en el aire un suspiro, una habitación.

La lluvia, allá, habita su espacio de agua y aire, y del aire desciende, porque ha sido lanzada desde la lengua que la leyó, que la escribió desde el génesis. Y cuento los días, las largas horas al suspenderse. Su mirada, su cuerpo, su aliento, hay una despedida, un tirón de presencia.
*
Elegirte es buscarte sin intención aparente; encontrarte es el fin para sacarte del mundo.
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Hoy miro Buenos aires, hoy lo hago y no hay nadie, no hay nadie; lo digo, lo confieso;  porque eres ánfora: luz cabida en mi mano; en ese algo que desató la escritura.

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