Poemas / Germán Carrasco

Idioma del mantra de los remos

No es por mostrar mis credenciales
ni hacer lobby contigo. Imagino
que no estás para pavoneos ni corvetas
así que me permito declarar.

Como te decía, desciendo de gente
que hablaba sola y miraba al suelo
pero fui parido al ritmo del rock
and roll por padres jóvenes.

No infecté al mundo con prensa o tele.
A veces sin querer pasé a llevar
a alguien, y dije barbaridades
pero era joven entonces.

Gasté poco petróleo plata agua,
caminé largo y me soñé en la pesca
en Magallanes, o en la esquila
cuya lana abriga el frío de la culpa.

Jamás intenté afiliarme a un grupo
de repartición (¡tan jóvenes y ya en eso!).
Leí a los vecinos para salir de la isla
porque no sólo hay que hablar otro idioma

 

sino sentir el mantra de los remos  
sin despreciar la palabra local
ni despreciar a hermanos mayores
ni ignorar a los hermanos menores.

Aprendí algo y traté de transmitirlo
en esta Babel transaccional,
menos Babel por políglota
que por la severa incomunicación.

Nací, en el mejor de los casos,
en un país femenino y receptivo.
Y en el peor: un país de gendarmes
e inspectores de colegio delictual.

Trataré de no errar, abrir el cuore
y de hacer todo lo que pueda
pero considera todo esto
y mi educación de liceo fiscal

si llegase a resbalar, que es muy probable,
si llegase a perder el ritmo,
si luego de un tramo largo se me resbala
un remo y cae al agua ponte tú.

 

Conversan antes de filmar y hay una brisa

La idea es que la toma se prolongue fuera de la sala de cine,

la idea es quedar en estado de afecto a la realidad,

se trata de una brisa marina

que alguna vez comparé con ciertos trompetistas
demasiado técnicos o refinados,

una brisa como un sonido que empieza en alguna parte del tiempo:

no la percibimos, sólo la percibe nuestro inconsciente,

aunque podríamos detectarla
con sofisticados instrumentos científicos;

esa brisa se desvanece

y se va inadvertida por alguna puerta lateral

pero deja el eco de su efecto:

sólo cuando pensamos en esa brisa
somos conscientes de su ausencia.

Ella sólo quiere dejar su efecto en nosotros
y retirarse sin hacer ruido
como tú cuando te vas en puntillas y me dejas
un calzón o un librito o nota en la mano mientras duermo.

En cuanto al corte de cuadros, a veces es brusco
porque la realidad que propone el filme continúa o se prolonga
en algún lugar

por eso cada toma es en el fondo un filme infinito.

Ahora que he aprendido a olvidar
puedo hablar de esto con cierta autoridad,
me indemniza pensar en que fui yo el que puso fin
a un par de películas de amor histéricas y mezquinas.

Manguerar la vereda, el dolor: el polvo
se va por los intersticios de las baldosas
con el ritmo sereno de mi respiración.

 

 

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