Aluna, otra visión del caos / Jaime Echeverri

Lo incoloro, lo ligero y vacío, lo que aún no tiene nombre. Esa confusión, magma donde todo se mueve sin adquirir forma, es el reino de las posibilidades y adquiere una dimensión especial en la mitología. En cada mito de origen hay una referencia esencial a ese estado anterior. En los relatos de los Kogi, sociedad que habita la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia, se designa ese estado con la palabra aluna. No hace referencia a un desorden, sino a una virtualidad. Aluna es el territorio de lo posible. Lo que existe, antes ha de ser concebido en aluna. Imaginación y proyecto. Sueño que ha de ser realidad. O que está allí aunque no llegue a realizarse. Desorden o no, el caos encierra la potencialidad de todo. Antes de ser, antes de tener cuerpo, color, existencia, antes de aparecer, ser nombrado y percibido por los sentidos está prefigurado en aluna. El término fue recogido y comentado en la segunda década del siglo xx por Konrad Theodor Preuss (1), arqueólogo y etnólogo de origen aleman, quien estudió igualmente a los huicholes en México.
    
     El concepto aluna abarca lo espiritual en su sentido más amplio, aunque la evangelización colonizadora le asignó una interpretación adicional, acercándolo al alma cristiana. Sin embargo, su eje es la potencialidad. Grado cero que todo lo contiene, aunque aún no se manifieste. Sin limite alguno, sin diferenciación de género y número. Sin luz ni sombra, sin tiempo, sin días ni noches, es un estado en que el deseo es determinador de la existencia de seres y cosas. Un deseo trascendental que supera incluso al mismo deseo, tal como es concebido por nuestra cultura. El deseo en su forma más pura, alejado de toda consideración moral: no hay una distinción entre bien y mal. No hay discriminación. Tampoco hay fin: si no hay tiempo, no hay muerte. La vida misma, cuestión de tiempo, es allí sólo una de las infinitas posibilidades. En este estadio todo es sin ser todavía. Sólo el deseo hace posible la existencia palpable de las cosas.
    
     No es mucha la diferencia entre la concepción mítica y el estado mental del creador de mundos posibles e imposibles. Lugar impreciso en una topología utópica. Está y no estå en la conciencia, lo preconsciente y lo inconsciente. Cada creador dispone de las tres instancias psiquicas para concebir sus creaturas. Seres vivos, objetos animados e inanimados, formas, colores, espacios, situaciones, historias. Caos en cuanto carece de formas o de un orden comprensible. Pero podría verse simplemente como un orden distinto.
    
     El término aluna, en su complejidad, cubre un campo vasto de sentidos. Si bien se refiere a esa instancia anterior a la existencia de seres y cosas, también contiene al universo entero, al espacio sideral donde se mueven y brillan estrellas, planetas y galaxias.
    
     Por otra parte, además de referirse al estadio potencial, a la realización imaginaria o real del deseo, sirve para nombrar lo maravilloso, lo extraordinario, lo que escapa a las leyes naturales. Aluna es un concepto totalizador de lo posible e imposible, de lo real tanto como de lo imaginario. Y, en ese caso, hasta de lo imposible.


(1) Visita a los indígenas Kágaba de la Sierra Nevada de Santa Marta, de Konrad Theodor Preuss, fechado en 1914 (reeditado por el Instituto Colombiano de Antropología, Bogotá, 1993).

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