Dramaturgia chilena contemporánea en Guadalajara / Lourdes González

Noviembre traerá al Teatro Experimental de Jalisco una selección de lo más representativo de la escena chilena. Como parte del programa cultural de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se presentarán tres propuestas que privilegian la dramaturgia contemporánea. Aquí algunos pormenores:
     Guillermo Calderón, director y dramaturgo chileno, es uno de los talentos más destacados de su país. Responsable de piezas como Neva, Diciembre y Clase, y figura constante en el Festival Santiago a Mil —el evento cultural de las artes escénicas contemporáneas más importante de Chile, dirigido por Carmen Romero—, regresa a México para presentar su nuevo montaje: Villa + Discurso, dos piezas que componen un programa único. En Villa, tres mujeres debaten alternativas para remodelar Villa Grimaldi, el principal centro de tortura y exterminio de la dictadura de Pinochet. En Discurso, tres mujeres encarnan a la expresidenta Michelle Bachelet en un discurso ficticio de despedida al dejar el poder: sus palabras representan también a una generación emocionada por elegir a la primera mujer presidente, que además fue víctima de la tortura.
     Luis Barrales, autor de Niñas arañas (que obtuvo el premio Círculo de Críticos de Arte 2008), ya ha visitado México con este montaje dirigido por Daniela Aguayo, fundadora de la compañía de teatro La Encalilla. Esta propuesta presenta la historia de tres quinceañeras marginales, las niñas arañas que, trepando, consiguen alcanzar lo que tanto han deseado: lo que ofrecen las pantallas de televisión, las vitrinas de las grandes tiendas. Su acción y sus pensamientos se hallan dirigidos a un único objetivo: huir del destino que la geopolítica les impuso como hábitat, superar la pobreza. Una historia que utiliza el lenguaje popular y la prosa rimada para abordar las desigualdades que la sociedad capitalista ha producido: marginados y marginadores.
     He querido dejar al final a Cristo, dirigida por Manuela Infante, que tuve la oportunidad de presenciar durante el Festival Santiago a Mil en enero de este año. Licenciada en Artes por la Universidad de Chile, con maestría en Análisis Cultural por la Universidad de Ámsterdam, la directora y dramaturga ha montado con su compañía Teatro de Chile las obras Prat (2001), Juana (2003), Narciso (2005), Rey Planta (2006), Cristo (2007), Ernesto (2010), Multicancha (2010) y Loros negros (2011). Su propuesta desarrolla un modelo de creación que presenta algunos rasgos de lo que Lehmman define como teatro postdramático, cuyo desarrollo en Europa alcanzó su mayor apogeo en los años ochenta y noventa del siglo pasado. Sin embargo, Infante recurre a la ironía como herramienta que cuestiona la presencia como algo fundamental.
     Con Cristo, la dramaturga y directora trabaja con su compañía sin asumir una estructura tradicional; según sus propias palabras: «no trabajando un texto escrito de antemano, sino una metodología orgánica», y produciendo un teatro «desde la autoría de una compañía», «una especie de ensayo filosófico o teórico». Es una pieza cuyo desarrollo e investigación parte de autores que se acercan más a la filosofía crítica o a la sociología que al teatro, lo que permite preguntarse acerca de la realidad y la ficción de manera simultánea. ¿Cómo se puede representar una cadena de representaciones? ¿Y si eso que llamamos realidad fuera un acumulado de ficciones ad infinitum? La puesta en escena es de un alto virtuosismo: el observador-espectador (que tiene el mismo lugar del observador-investigador en la academia) es testigo de la revelación de una y otra capa del fenómeno teatral, a la par que va deconstruyendo su propia mirada. Se trata de una propuesta que cuestiona el hecho escénico mismo y sus propias estrategias: el modo en que fue concebido, la fe del espectador en lo observado, la construcción de los mitos universales, incluso la teatralidad en todo discurso. Esta puesta en escena se disecciona y expone sus entrañas para que todo aquel voyeur presente en la sala se pregunte acerca de su propia construcción de «lo real», porque cuando el espectador cree que ha tocado la última capa, se devela la siguiente. La desnudez que Infante postula no termina con esa develación de piel: ahí inicia.
     Botho Strauss dice que «sacar lo experimental del gueto de lo único, de lo extraño, de lo subterráneo, es al mismo tiempo un reto a la gente de teatro para hacer útiles estos estímulos, para sustancializarlos en su trabajo futuro, pues estos estímulos van cambiando la orientación de nuestro modo de ver, de manera que éste reaccionará con más sensibilidad aun contra los malos hábitos del teatro». Es evidente que las premisas detrás de Cristo están atravesadas por un conocimiento de autores fundamentales para entender el pensamiento postmoderno: teorías que, exportadas al teatro desde otras disciplinas del conocimiento, enriquecen de manera excepcional esta puesta en escena. Manuela Infante da una muestra muy solvente de que el arte y la academia conforman una pareja necesaria que le permite al espectador acercarse a un teatro contemporáneo que no encontramos con frecuencia en México.

 

 

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