3 poemas / Moon Tae Jun

Alguien vino a visitarme

La nieve que cayó en campanas toda la noche       se ha detenido
Estoy solo        mis pensamientos están lejos
Pequeña ave, ave de pecho rojo       en el sarmiento
Llegaste y lloraste                  tu partida fue súbita
Por qué te has ido tan pronto no me has dado tiempo de llamarte por tu nombre
Tu lamento es terso, terso      como luz de invierno al pasar por la                                                [puerta empapelada
Quién es el que extrae ese llanto      de mi oído
Alguna vez alguien vino a visitarme  dejó lágrimas
Teñidas de rojo                      en mi corazón
Que nadie puede ya   quitar  

 

Algún día

Las libélulas se han ido del cielo
Mis manos están vacías
Manos que se sujetaron del tiempo
Una vez más, abro lentamente mis ojos
Mis manos están vacías
Camino junto a la severa lápida
Cómo puedo yo, un hombre débil, escrutar el diamante en el Sutra del Diamante El día vendrá
Así como las libélulas se han ido del cielo
El día en que seré gentilmente liberado de este lugar
A dónde han ido
Acaso siguieron al fragor del verano
Acaso siguieron al fragor del verano
Aterrizaron en el clamor de las gotas sobre las hojas de hierba

 

Pez plano

En la habitación 302, Hospital Gimcheon, habitación para seis,
ella yace con su máscara de oxígeno, peleando contra el cáncer.
Ella yace cual pez plano bajo y plano sobre el piso del suelo oceánico.
Me tiendo paralelo a su lado, otro pez plano.
Al mirar un pez plano al otro súbitamente sus ojos se anegan de lágrimas.
Se lamenta, tan delgada que un ojo se ha ido rozando hacia el otro lado,
y mira fijamente a la muerte mientras yo contemplo el mar de su vida.
Recuerdo su vida de océano, oscilando de izquierda a derecha, en los mares acuosos,
su sendero arbolado, con su canción de cucú al mediodía,
cenas de fideo delgado, una familia apenas dueña de una pared de adobe.
Sus dos piernas se están rompiendo lentamente,
su espina dorsal se dobla como rama bajo el peso de una nieve súbita,
pienso en aquel día de invierno.
Su aliento se hace áspero como la corteza de un olmo.
Ahora sé que ella no puede ver el mundo más allá de la muerte,
un ojo es arrastrado hacia la oscuridad del otro.
Izquierda, derecha, me mezo hacia ella para yacer a su lado en el mar.
Ella me cubre suavemente con el agua que inhala con su máscara de oxígeno.

Versiones del inglés de Eduardo Padilla

 

 

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