* * * / Josué Robledo Cabrera

Preparatoria 4

En aquella profunda oscuridad inclinaba ligeramente su cabeza para echar un vistazo; la terminal comenzaba a invadirse de personas exhaustas, de miradas fatigadas, y él observaba aquel llegar cotidiano. Un estruendo nació en medio de la oscuridad, iluminando su paso. El tren se detuvo, la puerta se abrió ante aquella misteriosa persona. Los demás abordaron, empujándolo para tratar de subir, pero él esperó un momento. Al abordar, el escenario le pareció extraño, el matiz de las personas era confuso; su cuerpo dócil fue llevado por una marea de gente hacia el fondo del vagón. Cuando alzó su mirada para tomar un respiro notó un resplandor que minimizaba a los demás;  es ella otra vez, pensó, emitiendo una sonrisa que encendió su rostro; aquellos ojos se clavaron en los suyos, lo poco que los separaba le pareció extenso. Al disponerse a tomar asiento algo golpeó su cabeza. ¿Te encuentras bien?, le preguntó con tono preocupado; no le importó lo pesado de aquel equipaje. Las palabras de aquella mujer eran tan sencillas que resultaban complejas, su mirar dócil sobre sus ojos era muy atento. Él respondió con términos inusuales, nada naturales; no era lo que quería decir, pensaba, y calló. Expresaba una mirada estúpida de dicha infantil. Fueron pocas las palabras que logó intercambiar con ella; al voltear por la ventanilla miró que su estación ya había pasado.     

Despreocupado, pensó en seguir con aquella charla, le era más importante que llegar a su destino, su vida cambiaría si continuaba, ya había cambiado. Pero decidió descender, en espera de tener la fortuna de volver a verla.  

 

 

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