La vida en un cuarto de hotel / Édgar Velasco

¿Cuántas cosas pueden ocurrir en un hotel? Digamos, después de un ejercicio memorioso de las cosas que efectivamente nos han ocurrido en un hotel, que esa pregunta es demasiado general. Entonces habremos de cerrar el círculo y preguntar: ¿cuántas cosas pueden pasar en un hotel ubicado en el centro de la Ciudad de México? Ya puestos en eso, cerremos todavía más el círculo e imaginemos las cosas que pueden pasar en un hotel en el centro de la Ciudad de México en los albores del siglo xxi, con el país azotado por una guerra que no pidió y con la delincuencia organizada y la impunidad campeando por todas partes. Bien, no es necesario seguir imaginando. Es mejor abrir las páginas de Hotel df, la más reciente entrega de Guillermo Fadanelli.
     Para su nuevo libro, el escritor capitalino recibe a sus lectores en las puertas del Hotel Isabel, un hotelucho de mala muerte ubicado en el centro de la capital del país y al que concurren todo tipo de personajes: un alemán gordo que busca una mexicana para desposarse; una española gruñona e independiente que todavía no está muy convencida de las razones que la llevaron a México y no a Buenos Aires; un artista contemporáneo harto de todo y que vive en una relación de amor-odio-dependencia con su prima; un modelo de comerciales de ropa interior acompañado de su mujer. Todos se dan cita en el Isabel bajo la mirada atenta de Frank El Artista Henestrosa, periodista venido a menos que decide gastar en el hotel los cinco mil pesos que acaba de ganar por uno de sus trabajos.
     Escribo que El Artista es un periodista venido a menos, pero no sólo él: todos los personajes que delinea Fadanelli son decadentes, tanto como el hotel que los congrega. Y el narrador lleva la decadencia hasta el extremo: despoja el texto de florituras y ofrece un relato contado desde la apatía, el hartazgo, el cansancio del protagonista. Nada motiva a Henestrosa, mucho menos reencontrarse con un viejo amor que también ha sido arrasado por la vida: su antigua pareja perdió una pierna y pasa los días cojeando a causa de la prótesis. Todos viven de bajada y sólo tienen oídos para recibir malas noticias.
     Pero no sólo se cuenta la vida de estos desencantados personajes. Fadanelli aprovecha el viaje para dar un vistazo a una sociedad marcada por la impunidad y la corrupción, términos bastante comunes en estos días. Así, los huéspedes del Isabel comparten espacio —sin saberlo— con una banda de malhechores que tienen tomada una parte del hotel, sección que sirve como banco para resguardar las ganancias obtenidas por el tráfico de drogas. El autor recurre a esas cosas que, de tanto leerlas en la prensa, pueden ser consideradas un lugar común: la facilidad que tienen los delincuentes para moverse cobijados por las autoridades policiacas; operativos bajo pedido que sirven para disimular la ejecución por encargo de un trío de jóvenes que rompió con las reglas de la banda; la tranquilidad con que una mucama-sicaria ordena la muerte de uno de los suyos sólo por venderle droga a una joven a la que se quería ligar —y que también termina ejecutada.
     (Y al llegar a este punto, no sé si eso que presenta Fadanelli es bueno o malo. Es decir, no se aporta nada nuevo, pareciera la repetición de cosas que vemos todos los días en los noticieros y en los periódicos. Y al mismo tiempo me pregunto: ¿qué cosa podría ser «nueva»? ¿Cómo ofrecer una visión diferente de algo tan cotidiano? Pues desde la literatura, como lo hace Fadanelli en este caso, me contesto).
Estructurado como una recopilación de postales, el libro vagabundea en la vida de cada uno de los personajes. Así, al final, queda la sensación de que se han leído varios libros en una sola entrega. Porque si algo hay que destacar del libro de Fadanelli es la manera en que teje la trama: dándole a cada personaje su lugar, su espacio, sus problemas, su desencanto, sin caer en la tentación de vincularlos más allá de lo necesario, apenas en los puntos precisos para hacer creíble la reunión de estos personajes tan disímiles en este hotel.
     Al cerrar el libro de Guillermo Fadanelli, uno se siente cansado: cansado de tanto hastío, de tanto desencanto, de acompañar al Artista Henestrosa en un tratado de la decadencia. Pero, sobre todo, cansado de voltear y ver que lo narrado está lejos de ser ficción: es la realidad de México, sin importar el nombre del hotel. 

●    Hotel df, de Guillermo Fadanelli. Random House
Mondadori, México, 2010.

 

 

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