Música / La comida y la música / J. Audirac

 Es impresionante el número de producciones discográficas que día a día salen al mercado; basta con visitar aleatoriamente cualquier blog musical, o la página de una discográfica independiente, para corroborarlo. Trasladándolo al plano culinario, podemos traducirlo en una sobreoferta interesantísima; el menú es el idóneo para todo aquel que disfruta sobremanera las comilonas excesivas y la gula al extremo indigestivo. Sin embargo, es curioso cómo los platos fuertes siguen siendo los mismos en los tan sobados recuentos de los-mejores-álbumes-de-la-historia, y definitivamente la gran mayoría causan empacho.
A continuación presento una lista de discos que pueden ser devorados de principio a fin, la gran mayoría recientes, ya que la inmediatez consume varios discos cuando apenas comienzan su tránsito hacia la canonización.

Deerhunter, Microcastle (Kranky, Estados Unidos, 2008)
En su tercera entrega, los jóvenes de Atlanta lograron un balance excepcional de principio a fin, con el condimento agridulce que hasta hoy día les caracteriza, lírica contundente donde la tragedia se pasea serenamente sin agraviar el contenido armónico. Se recomienda como aperitivo, pero sin problema alguno puede ser plato fuerte.

Swans, The Seer (Young God Records, Estados Unidos, 2012)
Otro de esos bastiones contemporáneos creado por personal experimentado. Michael Gira llega al borde de los excesos, traducido a una comilona romana aterradora, la auténtica antesala a las puertas del infierno. La esquizofrenia, el delirio y la ansiedad están servidos. ¡Provecho!

José Fors / Carlos Esegé, Duda Mata (Producción Equis, México, 1987)
Uno de los vestigios atemporales más significativos de la música contemporánea mexicana, un plato ríspido de difícil digestión la primera vez que se escucha, pero a partir del segundo intento se torna amable sin ser condescendiente. Incomprendido en su momento, mitificado al paso de los años, la teatralidad, sintetizadores análogos y el riesgo son sus ingredientes.

Supersilent,  6 (Rune Grammofon, Noruega, 2003)
El más exquisito paisaje gélido noruego, libertad absoluta en la ejecución instrumental sin excesos; siempre he deseado que todo mundo los disfrute, aunque ahora sé que es privilegio de unos cuantos, las seis escalas merecen degustarse con calma. El que se decide a escuchar, jamás podrá abandonarlo.

Om, Pilgrimage(Southern Lord, Estados Unidos, 2007)
El misticismo como eje conductor, no necesitas más que tres ingredientes (voz, bajo y batería) para causar una revuelta. Cualquier etiqueta que pretenda adherirse sobra, doomstonerlo-que-sea. El sonido actual de la música en menos de cuarenta minutos, satisfacción plena sin reacciones secundarias.

Bohren & Der Club of Gore, Piano Nights (pias, Alemania, 2013)
La obra de jazz lento más hermosa de la historia para degustarse sin prisas, selectas piezas atmosféricas para los oídos más exigentes, de esos manjares suculentos que no cansan, un invitado recurrente para cualquier buen banquete auditivo. A solas se disfruta más.

Meridian Brothers, Salvadora Robot(Soundway, Colombia, 2014)
Sensacional fusión de ritmos latinos con electrónica, un agasajo colombiano caleidoscópico para bailarlo con todas las de la ley, y de diversas maneras, culinariamente se entendería como el ajiaco a la alta cocina. Latinoamérica presente.

Boris, Pink(Diwphalanx Records, Japón, 2005)
Un referente sui generis de la vanguardia japonesa, la reencarnación del power trio perfecto llevado a terrenos extremos. De esos bocadillos crudos que no necesitan aderezo alguno, ráfagas vertiginosas y camas espesas, del garaje de baja fidelidad al drone de punta. Los guerreros kamikazes viven.

Lou Reed, Metal Machine Music (rca, Estados Unidos, 1975)
Probablemente el capricho autocomplaciente más redondo de la historia, dividido en cuatro episodios, un hombre con guitarra y amplificadores generando retroalimentación y pitorreándose de su compañía disquera, y cimentando a la juventud ruidista. Se recomienda en pequeñas dosis, aunque no falta el valentón que lo engulle de pe a pa.

Spectres, Dying(Sonic Cathedral Recordings, Reino Unido, 2015)
Siempre cae bien un plato condimentado en un día de resaca, la distorsión no está peleada con la musicalidad, y mucho menos con la contundencia. Esta joya toma por asalto los parlantes y sacude los sentidos, recomendable para cualquier hora del día, pero con mayor provecho en las primeras horas de la mañana. La mata de Bristol sigue dando.

Squarepusher, Damogen Furies (warp, Reino Unido, 2015)
El categórico retorno de Tom Jenkinson a las huestes del idm, con rebuscados arreglos, ritmos machacantes y arrebatadas descargas, ratifica su vigencia. Esta obra bien puede acompañar el almuerzo o ser un excelente compañero afterhours, de esos que abrazan a media noche.

Murcof, Martes(Static Discos, México, 2002)
Sin adornos exagerados, una de las obras preciosistas que abrieron brecha a la electrónica sofisticada mexicana en el extranjero, oscuridad, desolación y nostalgia. Un plato seco que toca fibras lacrimógenas, Fernando Corona marcó la pauta con click techno, de ese que se extraña.

Mueran Humanos, Miseress(atp Recordings, Argentina, 2015)
De cuna argentina, de sonido apátrida. El dueto ofrece una de las obras más redondas que jamás se hayan editado en la historia del pop, sin caducidad implícita, que no se consume, que no se oxida. Temas densos con lírica pagana perversamente encantadores, sin riesgos de indigestión.

Pierre Bastien, Blue as an Orange(Morphine Records, Francia, 2015)
Platillo lúdico fantástico, donde la imaginería crece a cada segundo. Muchas obras de Bastien pudieron incluirse en este menú, pero la desmesurada frescura de ésta la convierte en un digestivo inigualable. Máquinas, trompetas y dulzura angelical.

Boards of Canada, Campfire Headphase(warp, Reino Unido, 2005)
El álbum de downtempo más hermoso de todos los tiempos, compañero ideal para noches introspectivas y curación de dolores arraigados. El dueto dio la vuelta de tuerca, transformó su música de manera asombrosa y dejó una obra referencial irrepetible. Vianda deliciosa.

Dimitri from Paris, Sacrebleu(Yellow Productions, Turquía, 1996)
El retorno de los cócteles, las alfombras de leopardo, y la figura del dandy como eje central. La escuela de Esquivel llevada a una nueva generación de productores y músicos que se extendió por toda Europa, rebotando benéficamente por Asia y América, y que hasta el día de hoy sigue haciendo eco. Escúchese con moderación, puede ocasionar resaca.

The Residents, The Third Reich ‘N’ Roll(Ralph Records, Estados Unidos, 1976)
A cuarenta años de distancia seguimos preguntándonos: ¿quiénes demonios son los Residents? Una de las joyas de la sampladelia, roba, corta, pega, destruye. Este material puede terminar cualquier fiesta, o iniciar un aquelarre inolvidable.

Decibel, El Poeta del Ruido(Discos Orfeón, México, 1980)
La crema y nata de la vanguardia mexicana, un álbum que denota el momento histórico que vivía el país (muy similar al actual), una aventura sonora que no pierde vigencia, la desmedida frescura y la espontaneidad a rajatabla sus más poderosos ingredientes.

Plastikman, Closer(NovaMute, Canadá, 2003)
Obra cumbre de Ritchie Hawtin, oscura, apesadumbrada, introspectiva, la encargada de matar el Techno y dar el cerrojazo a la prodigiosa carrera de Plastikman. La interrogante queda abierta, tal vez en veinte años resurja este sonido de sus cenizas. Digestivo de dioses.

Isobel Campbell, Amorino(Snowstorm, Reino Unido, 2003)
El postre más suculento. Tras su salida de Belle & Sebastian, Campbell presenta un compendio de canciones nostálgicas maravillosas, dulces paisajes oníricos, colores pastel, y la frágil voz como aderezo especial. Tal vez una obra empalagosa, pero existimos varios adictos al azúcar.

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