Once poemas sobre el Mal y alrededores / Valerio Magrelli

1. Navidad, creo que vence el permiso azul

 

Navidad, creo que vence el permiso azul
de la motoneta, la renta de la tv,
luego el Predial y la Declaración
del Impuesto sobre la Renta, ¿o inri?
La password, el código de usuario y el pin puk
son nuestras dulcísimas metástasis.
Está bien, porque amo las contribuciones,
la anestesia, el padrón telemático,
pero siento que algo se ha perdido
y que el dolor permanece
mientras me acosa una honda nostalgia
por una extinta forma de vida: la mía.

2. Recogimiento

Debilidad, debilidad mía,
¿qué voy a hacer contigo?
Tengo cincuenta años y tiemblo
cuando truena, no sé cuál es mi sitio
como cuando busqué mi banco en el asilo.
Tengo un cuerpo bordado por zarpas,
el sueño como un campo de escombros,
desmoronada la fuerza, la memoria en pedazos,
y en este Gran Derrumbe, lo único intacto eres tú,
herida mía, mi Graal, código de barras
de un extraño lesionado,
que falló, constreñido
a ser yo.
Debilidad mía, topo del enemigo,
criaturita indefensa, que me dejas indefenso,
el único y real premio de la muerte
será saberte muerta junto a mí,
mi motor,
mi horror,
mi consustancial derrota.

 

3. Navidad de las Cenizas: un monólogo

«Maldito sea el día en que nací».
Así hablaba Jeremías, y continuó:
«Es en el Pesebre, no en el Gólgota,
el verdadero sacrificio del Señor.

Elegimos morir, no nacer;
traemos hijos al mundo, no a nosotros mismos,
¿y quién querría infligirse una pena
tan inhumana? Sólo Cristo

tuvo la fuerza de darse la vida
como el suicida que se da la muerte.
No la Crucifixión, sino la Cuna

es signo del martirio, luto y escándalo:
no el Madero para bañarlo de sangre».

 

4. Si todo debiese andar bien

Si todo marchara bien,
realmente bien, sin incidentes o desgracias,
al fin llegará la temblorina.
Veo vibrar a amigos más viejos,
de manos y barbillas temblorosas.
Hablemos, pues, de este movimiento,
del viento que sopla desde adentro
y continuamente sacude
las hojas de los dedos.
Por lo tanto, es ésta la constante
agitación neurológica que me aguarda
si todo, pero todo, marcha bien.
Y me trasformaré en un abedul
o en un ciprés a orillas del río,
en ese tremolar de luces
alzadas por la brisa.
Seré soplo, me haré soplar,
como ropa tendida bajo el sol.

 

5. El criminal

He infectado a mis hijos
transmitiéndoles la vida.
Para tolerarla, la he diseminado,
creando aquello de lo que huía,
arrojando sobre pobres inocentes
la carga que yo no podía llevar.
Para poder sobrevivir
se los di a la luz, a la picota.
Estafeta de la infamia:
he repartido la carga,
he reproducido sherpas.

 

6. Santa Clos gnóstico

Este año el niñito no trajo regalos,
mas se llevó a un dulce muchacho de apenas veinte años,
muerto por un pirata callejero.

Pobre jesucristo, dios impotente,
¿qué esperas hacer en contra del Gran Demiurgo,
contra el Dios Verdadero, el de Casal de Príncipe,
el Rey que aterra al débil para premiar al injusto?

Quédate en el pesebre, acurrúcate de lado,
vuélvete a dormir, olvídalo,
porque todos saben que te aguarda la cruz,
víctima, tú mismo, de esta creación malvada
de la cual eres pasmado espectador, presa
abandonada a orillas de una curva.

Viéndolo bien, nada ha cambiado:
sólo dejaste la cuna
para quedar tirado en una cuneta.

 

7. El enjambre (después del terremoto de Aquila)

Se dice «enjambre de sacudidas», como si fueran abejas,
pero abejas que nos echan de casa,
abejas que hacen una miel muy amarga,
de dolor, de náusea, de miedo.
Habíamos acampado sobre su colmena,
por ello nos echaron.
No estamos en casa ni siquiera en nuestra casa,
nuestra casa es casa de otros,
la casa de alguien que llegó antes
y que ahora nos expulsa.
Vienen en enjambres, recuperan la casa,
su casa, de la que nos destierran,
castigándonos por nuestra presunción:
tan confiados como estábamos
en creer que el mundo era habitable.

 

8. Los necroburi
Puesto que nuestra tierra, y las piedras,
y toda la región en que vivimos, están
ofendidas y estropeadas.
Platón, Fedón, 109-110

Con largos protocolos,
pieles de cabra, podaderas,
se amontonan los necroburi
en torno de mi cuna.
Se me echaron encima,
me marcaron, me marcan
de muerte y burocracia
con el fuego de mi código fiscal.
Huele a chamusquina
y ellos se largan
llevándose tenazas y piel,
recibos, perros, tabuladores.

 

9. «Jóvenes sin trabajo»

i
Jóvenes sin trabajo,
con extrañas carteras
donde suelen guardar
dinero que no ganaron.

Padres clandestinos crían
esa sustancia mágica,
ligera y envenenada,
para sus cabecitas.

Condenados a aceptar
un regalo encantado,
hundidos en el sueño
mortal de la época,

esta juventud,
Bella Durmiente,
languidece en el hechizo
de una vida incompleta.

 

ii
Jóvenes sin trabajo
parlotean en los bares,
en un eterno presente
que no los deja escapar.

Son convalecientes,
cuidan este gran mal
que los mantiene despiertos
sin trabajar jamás.

Por la noche, normales,
duermen como los demás,
pero con sueños vacíos,
llenos de falsedad.

Sus vidas son falsas,
fingidas cual pantomima
actuada por marionetas,
interrumpida al empezar.

 

10. Si tu hijo se tuerce en un cochecito

Si tu hijo se tuerce en un cochecito
complicado y brillante como nave espacial;
si tu hijo sigue meneándose
como un astronauta en ausencia de gravedad,
entonces la presencia de gravedad debe ser máxima,
al menos como la del amor
que se le tiene a este ser penosa-
mente aglutinado en su nido metálico,
—una criatura autotorturada
que absorbe todo el amor circundante
en forma de energía, sustancia agente.
Amor-clorofila que lo tuerce
como la planta delante de la luz.

 

11. «Hacían ruido los vecinos»
a Lidia Riviello

Hacían ruido los vecinos
para darnos la impresión de que comían,
de tener algo que comer.

Manipulaban platos y cazuelas,
entrechocaban vasos, movían cubiertos
limpios y flamantes, como nuevos.

Qué atroz escena cuando tu padre
llegó sin avisar a casa de ellos, descubriendo
el almuerzo desnudo, la amargura
de un alimento llamado carencia.

Versiones del italiano de Guillermo Fernández

 

Undici poesie sul Male e dintorni

1. Natale, credo, scada il bollino blu
Natale, credo, scada il bollino blu / del motorino, il canone urar tv, / poi l’ici e in più il secondo / acconto irpef — o era inri? / La password, il codice utente, pin e puk / sono le nostre dolcissime metastasi. / Ciò è bene, perché io amo i contributi, / l’anestesia, l’anagrafe telematica, / ma sento che qualcosa è andato perso / e insieme che il dolore mi è rimasto / mentre mi prende acuta nostalgia / per una forma di vita estinta: la mia.

2. Raccoglimento
Mia debolezza, debolezza mia, / ma che devo fare con te? / Ho cinquant’anni e tremo / quando tuona, e sbaglio ancora posto / come quando sbagliai banco all’asilo. / Ho un corpo trapunto da graffe, / il sonno come un campo di macerie, / la forza che si sbriciola, la memoria in frantumi, / e in questo Grande Sfascio, l’unica cosa intatta resti tu, / mia ferita, mio Graal, codice a barre / di un estraneo che è leso, / che è fallato, che è costretto / a essere me. / Mia debolezza, talpa del nemico, / creaturina indifesa che mi rendi indifeso, / il solo, vero premio della morte / sarà saperti morta insieme a me, / mio motore, / mio orrore, / mia consustanziale sconfitta.

3. Natale delle Ceneri: un monologo
«Maledetto fu il giorno in cui nacqui». / Così parlava Geremia, e continuò: / «E’ nella Mangiatoia, non sul Golgota, / il vero sacrificio del Signore. // Scegliamo di morire, non di nascere, / mettiamo al mondo i figli, non noi stessi, / e chi vorrebbe infliggersi una pena / talmente disumana? Solo Cristo // ebbe la forza di darsi la vita / come il suicida che si dà la morte. / Non la Crocefissione, ma la Culla // è segno di martirio, lutto, scandalo: / non il Legno su cui versare il sangue».

4. Se tutto dovesse andar bene
Se tutto dovesse andar bene, / ma veramente bene, senza incidenti o crolli, / infine arriverà la tremarella. / Vedo amici più anziani che vibrano, / il mento scosso, le mani inarrestabili. / Parliamo allora di questo movimento, / un vento che soffia da dentro / per scuotere le foglie delle dita / e non si ferma più. / E’ questo stormire neurologico / di fronde che dunque mi attende/ se tutto, proprio tutto, andasse bene. / E mi tramuterò in una betulla / o in un cipresso sul bordo del fiume, / in quel tremolare di luci / alzate dalla brezza. / Mi farò soffio, mi farò soffiare, / panno lasciato al sole ad asciugare.

5. Il criminale
Ho infettato i miei figli / trasmettendogli vita. / Per tollerarla, l’ho disseminata, / creando ciò da cui stavo fuggendo, / gettando su dei poveri innocenti / il peso che da solo non riuscivo a portare. / Per poter sopravvivere / li ho dati alla luce, alla gogna. / Staffetta dell’infamia: / ho suddiviso il carico, / ho riprodotto sherpa.

6. Babbo Natale gnostico
Quest’anno il bambinello non ha portato doni, / ma ci ha portato via un ragazzo dolce, appena di vent’anni / ucciso da un pirata della strada. // Povero gesucristo, dio impotente, / cosa speri di fare contro il Grande Demiurgo, / contro il Dio Vero, di Casal di Principe, / il Re che atterra il debole per premiare l’ingiusto? // Sta’ nella mangiatoia, accùcciati su un fianco, / rimettiti a dormire, lascia perdere, / tanto lo sanno tutti, che ti aspetta la croce, / vittima, tu medesimo, di questa creazione malvagia / di cui sei lo smarrito spettatore, la preda / abbandonata sul ciglio di una curva. // Non è cambiato nulla, a ben vedere: / hai solo lasciato la culla / per stenderti in una cunetta.

7. Lo sciame (dopo il terremoto dell’Aquila)
Si dice «sciame di scosse», come fossero api, / ma api che ci cacciano da casa, / api che fanno un miele amaro amaro, / di dolore, di nausea, di paura. / Ci eravamo accampati sopra il loro alveare, / ecco perché ci cacciano. / Non siamo a casa neanche a casa nostra, / anche la nostra casa è casa d’altri, / la casa di qualcuno arrivato da prima / e che adesso ci caccia. / Vengono a sciami, si riprendono casa, / la loro casa, da cui ci scuotono via, / punendoci per la nostra presunzione: / essere stati tanto fiduciosi / da credere che il mondo si potesse abitare.

 

8. I necroburi
Poiché questa nostra terra, e le pietre,
e tutta la regione in cui viviamo, sono
offese e deturpate.
Platone, Fedone, 109-110

Con lunghi protocolli, / pelle di capra, roncole, / si accalcano i necroburi / attorno alla mia culla. / Mi tennero in quattro, / mi marchiarano, mi marchiano / di morte e di burocrazia / col fuoco del mio codice fiscale. / C’è puzza di bruciato / e loro se ne vanno / portandosi via le tenaglie e la pelle, / le ricevute, i cani, i tabulati.

9. «Giovani senza lavoro»
i
Giovani senza lavoro / con strani portafogli / in cui infilare denaro / che non è guadagnato. // Padri nascosti allevano / quella sostanza magica / leggera e avvelenata / per le vostre birrette. // Condannati a accettare / un regalo fatato / sprofondate nel sonno / mortale dell’età, // la vostra giovinezza, / la Bella Addormentata, / langue nel sortilegio / di una vita a metà.

ii
Giovani senza lavoro / chiacchierano nei bar / in un eterno presente / che non li lascia andar. // Sono convalescenti / curano questo gran male / che li fa stare svegli / senza mai lavorare. // Di notte sono normali, / dormono come tutti gli altri / anche se i sogni sono vuoti / anche se i sogni sono falsi. // Falsa è la loro vita, / finta, una pantomima / fatta da controfigure, / interrotta da prima.

10. Se tuo figlio si torce in una carrozzina
Se tuo figlio si torce in una carrozzina / complicata e luccicante come una nave spaziale, / se tuo figlio continua a dimenarsi / simile a un astronauta in assenza di gravità, / allora la presenza di gravità dev’essere massima/ almeno come quella dell’amore / rivolto verso questo essere penosa- / mente raccolto nel suo nido metallico. / — una creatura autotorturata / che assorbe tutto l’amore circostante / in forma di energia, sostanza agente. / Amore-clorofilla che lo torce / come la pianta in cui si versa luce.

11. «Facevano rumore, quei vicini»
a Lidia Riviello

Facevano rumore, quei vicini, / per darvi l’impressione di mangiare, / di avere qualche cosa da mangiare. // E maneggiavano piatti, scodelle, / e urtavano bicchieri, spostavano posate, / scintillanti, pulite, come nuove. // Che atroce scena fu quella in cui tuo padre / piombò per sbaglio a casa loro, scoprendo / la nudità del pasto, l’amarezza / di un cibo chiamato mancanza.

 

 

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